Sin saberlo, Erwin Rommel fue escogido por los oficiales que conspiraron en julio de 1944 para que accediera a la jefatura del estado en Alemania después de asesinar a Hitler. Y no era de extrañar, porque Rommel era el general alemán más popular y carismático de la Segunda Guerra Mundial. Cosa poco habitual para un oficial alemán de alta graduación, Rommel provenía de un sólido ambiente de clase media su padre y su abuelo habían sido maestros de escuela y no de la clase alta tradicional de los militares prusianos. Rommel tomó parte en los combates por primera vez en la Gran Guerra, período durante el cual se distinguió por acciones que le valieron la Cruz de Hierro y la Croix pour le Mérite, la más alta condecoración militar prusiana Cuando Hitler llegó al poder, Rommel vio en él al salvador de Alemania. A un hombre capaz de acabar con la ignominia que representaba para los alemanes el tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra, у de eliminar el tan temido peligro de un gobierno comunista. La relación de Rommel con Hitler era compleja. Al principio lo admiraba y su sumisión era total, si bien nunca temió expresar sus opiniones en presencia del Führer. A Rommel le fascinaba la personalidad seductora y mesiánica de Hitler y la manera en que llegaba a tomar decisiones, más inspirado en la intuición que en la racionalidad. Lo que más subyugaba a Rommel era la portentosa memoria de Hitler, que le permitía, a voluntad, sacar a la luz ingentes estadísticas relacionadas con todos los quehaceres del gobierno y de la máquina de guerra alemana.
En 1940. Rommel fue nombrado comandante de la 7ª División Panzer, que consiguió victorias espectaculares durante la invasión de Francia. El ministerio de propaganda del Dr. Goebbels lo convirtió en un héroe nacional y su posterior nombramiento como comandante del Afrika Korps hizo de él una figura conocida en todo el mundo. Incluso sus enemigos en el norte de África demostraron su respeto apodándolo el "Zorro del Desierto".
Los oficiales y las tropas del Afrika Korps idolatraban a Rommel, a pesar de que era conflictivo trabajar a sus órdenes. Rommel era impaciente por naturaleza e insistía en que sus órdenes fueran obedecidas a ciegas. A veces era insensible en las críticas hacia sus subalternos, pero siempre generoso en elogios para quienes sabían servirle. En el deseo de la batalla, con dominarlo todo, se ocupaba de detalles que no son precisamente de la competencia de un comandante. Por otro lado, era un hombre osado y manejaba a sus tropas con maestría. Uno de más grandes logros fue forjar el Afrika Korps como una unidad de combate eficiente, orgullosa de sí misma y con una especial identidad propia.
En 1943, Rommel fue destinado a inspeccionar las defensas costeras de Alemania en el Atlántico. Luego, a comienzos de 1944, se le destinó al mando del Grupo de Ejércitos “B” el conjunto de las unidades alemanas desde Holanda hasta el Loira, por entonces bajo el mando del mariscal de campo. Gerd von Rundstedt, comandante en jefe en el Oeste. Los informes adversos de Rommel sobre las deficiencias de las defensas occidentales no era precisamente lo que Hitler quería oír, motivo por el que el Führer empezó a volverse cada vez más impaciente con su "general favorito". A medida que la guerra continuaba, muchos de los principales comandantes, incluyendo a Rommel, se convencieron de que Alemania debía buscar la paz con los Aliados. Como consecuencia, el 20 de julio de 1944. se produjo un golpe abortado para asesinar a Hitler mediante una bomba colocada en su cuartel general del Este. El general Otto von Stülpnagel, seriamente implicado en la trama, al hallarse bajo el efecto de la anestesia después de un fallido intento de suicidio, mencionó el nombre de Rommel. Otras insinuaciones hechas más tarde, además de conversaciones mal citadas o inventadas, incriminaron falsamente a Rommel en la mente recelosa de Hitler. El 14 de octubre, cuando Rommel convalecía después de haber sido gravemente herido en un ataque de la RAF en Normandía, se le concedió el derecho a elegir una opción: ser juz- gado por los tribunales, lo cual acarrearía terribles consecuencias para su familia en caso de que se le declarara culpable (como era seguro), o suicidarse, en cuyo caso se respetaría a la familia. Rommel escogió la segunda opción. Fue conducido a un bosque solitario, ingirió el veneno que le procuraron y murió casi instantáneamente.